DONDE CRECEN LAS FLORES
No quiero pagar los
platos rotos
de tus otras bodas
griegas.
No quiero esconderme
detrás de tus prismas
roncos, sordos, bastos
porque te hayas encerrado
en tu jaula de oro.
Tus hombros pesan de
de tanta lluvia salada.
Entérate:
Ya estás limpia.
Lo sabes.
Reconócelo:
eres inteligente
para bromear sobre tu suerte
entre castillos de arena
derruidos.
Ríndete.
No quiero ser tu cura,
ni quién gobierne
las orillas de tu
sonrisa.
Tampoco esclava de tus
antojos.
Nunca creí en el “para
siempre”.
Las argollas me estorban
la calma.
Los corsés me agotan la
paciencia.
Y es que no estoy hecha
para servir de barro ni
arcilla.
En verdad…
no quiero que leas esto.
Quiero que lo sientas.
Que resuene en tus
paredes de hierro,
y que se te oxiden las
penas.
Que la vida es muy corta
para falsas promesas;
para no decorar las
tardes
dibujando con serpentinas
de tinta
cada inflexión de tu
risa.
Entiéndelo:
No busco nada.
No quiero encontrar
nada que tú misma
no me quieras entregar.
Sin más.
Sin menos.
Con todo lo que implica.
Sin nada que te asuste.
Que sabes que voy navegando
con la bandera pirata en
alto.
A brújula descubierta.
Te cantaría sobre
miradas a quemarropa,
de las que levantan
ascuas.
De ésas que magnetizan
atrapando planetas en
otra galaxia.
Podría hablarte de muchas
cosas
pero prefiero que nos
pasen.
Te pido que me compartas,
a tu aire,
a tu tempo,
este baile improvisado
que las horas nos
regalan.
De momento...
te haré un hueco...
allá donde no existe el tiempo,
allá donde crecen las flores.
20/7/13- 8/8/13
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