dissabte, 8 de novembre del 2014

EL DESPERTAR DE LAS 12:53 H





Human per HopesOnAir a http://hopesonair.deviantart.com



Nota: éste viene intenso.



Somos humanas. Y debemos aprender a crecer con ello.



When you shut me out,
when you turn your back.
I know your reasons, 
I can handle that.
I'm gonna be your ally
whatever you say when you shut me out.
I'm gonna love you anyway.

(...)




EL DESPERTAR DE LAS 12:53 H



“Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.”


El Guardián entre el Centeno- J. D. Salinger


Arrancó el tren.
Era mañana abierta y
una gran entrada en escena.
La mano de una chica tamborileaba cogida a la barra
mientras se movía balanceando tu rojo,
vestido en las uñas de aquel lunes,
justo del color de esa hora.


De repente,
me caí en un recuerdo:
hablabas de algo y yo sin escucharte.
Por un momento,
las que te oímos fuimos sordas a todo lo demás.
Desde entonces comprendo eso de
“la belleza salvará al mundo.”


El cristal del vagón
por donde se colaba la flecha de luz
se me antojó frío,
no me atravesaba.
“Te cambiaría mi pecho por el tuyo,
incondicionalmente.”,
-pensé observando a la chica-.


Y más que ayer
eras presente.
Aún me pregunto cómo se empuja
el silencio para que caiga del lado
de tu cama.
Para poder sostener el grito
con el nudo de la garganta
y que no se hunda el colchón
por el peso rudimental de la pena.
Lo humano es devolverte la desnudez con la mirada,
es querer tocar con los dedos la estela que dejaste,
exhumándome.
Porque es una tarea tóxica admitir
que ahora soy un vegetal.
Pero era invierno
y se dejó notar.


Te imaginaba comprándote nubes de algodón,
era mi forma mantenerme a salvo.
Más tarde,
mientras paseaba tu mano en la mía
entre los caballitos de feria,
me apeteció morderme
(íbamos a acabarnos de todas formas)
y empezar la edad de la glaciación
teniendo la certeza que dan los finales.
Luego proclamé el estado de alerta
por riesgo de inundaciones y descorché el champán,
había que celebrar la (de)función.
Comprendí la relación filial entre el precipicio y el salto,
la atracción fatal que supone,
la dignidad solemne de los violines en los naufragios o
la levedad del ser vaginal, embrionario.
La costra se desprendió.
Emigré de mí misma.


Esa hora fúnebre -la que no avanza en mi reloj desde entonces-
sigue dándose de bruces contra el paso de peatones.
Descubrí que la ciudad es insalubre aunque me lama con éxtasis el pus,
que los candados que la gente coloca en los puentes
son otra forma más de malquererse,
que las personas se rajan la cara
con esa sonrisa vagabunda como de cristal roto,
son engendros adaptados sacados de una película de Tim Burton.


El peligro de darse entera es, por definición, suicida.
Así que se puede decir que fui una suicida reincidente
sin rehabilitar cada noche de esa hora.
“Podría corregir el desequilibrio:
yo pongo la poesía, amor, tú las mañanas”,
-te dije-.
Pero me tuve que ir.
Y lo peor fue que dejaste que me fuera
como esos globos de helio
que se te resbalan de los dedos y te quedas
observando sin hacer nada como desaparecen de la vista
mientras los señalas aturdida,
como si pudieses leer el aire y saber dónde irá.
Putas locas ilusas.
Dime, ¿Para qué hablar menos si lo más importante se sabía entendido?
Así que cogí del brazo el colapso para lucirlo por las aceras.


Bacanales y fiestas de no-cumpleaños después,
llegué a casa de nuevo.
No me quedé a cerrar mi habitación por derribo
aunque sí me obligué a ordenar esta fragilidad ambulante.
Cuando salí de allí- te juro,
amor, sobre la tumba de esta cojera-
nunca más he sabido entrar del mismo modo.




27-28/1/14- 21/8/14- 11/9/14- 7-10/11/1014

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